29/3/12

Doctorado honoris causa en la Universidade da Coruña. Un ejemplo de protocolo académico, por Olga Casal




















Las universidades públicas españolas poseen un rico ceremonial producto de largas tradiciones centenarias, que hace pocas fechas pudimos disfrutar  en un solemne acto celebrado en la Universidade da Coruña con motivo de la imposición de la medalla de oro de la Universidad al ex rector, José Mª Barja, y la investidura como doctores honoris causa de dos insignes intelectuales: Manuel Rivas, periodista y escritor, y John Rutherford, hispanista y traductor  de la literatura gallega y española, premiando en ambos su firme y prolongado compromiso con la lengua y la cultura de Galicia.
El acto, que  se celebró íntegramente en gallego por ser esta la lengua oficial de la universidad coruñesa, tuvo lugar en el paraninfo de la UDC, engalanado para la ocasión con alfombras,  flores, banderas y símbolos de larga tradición académica. Autoridades institucionales y universitarias ocuparon las primeras filas del auditorio en riguroso orden de precedencia, mientras que familiares y amigos de los galardonados tuvieron también su lugar preferente reservado. El resto del aforo se llenó de invitados generales, entre los que se encontraban representantes de los distintos estamentos de la universidad.
Comienza la ceremonia y, al son del Gaudeamus Igitur, con todo el auditorio en pie, entra la comitiva académica, encabezada por el secretario general y culminada por el rector, revestido con su traje talar y birrete, de riguroso negro, tal y como corresponde a su cargo. El resto de los claustrales llevan sobre el traje talar muceta y birrete del color asignado a su doctorado.


















Toman asiento en la mesa presidencial, se descubren, y el rector declara abierta la sesión, pidiendo al secretario general que dé lectura al acuerdo por el que se otorgan los títulos de doctores honoris causa. A continuación, le ordena que salga en busca del primer doctorando, que espera fuera de la sala con su padrino. Entrarán los tres en comitiva, precedida por el secretario general, al que sigue el doctorando y cerrada por su padrino. Una vez que toman asiento en los sitiales reservados en un lateral de la mesa presidencial, el rector ordena de nuevo al secretario general que vaya en busca del otro doctorando y se repite la escena.


















 Para amenizar la espera y arropar la entrada, en ambas ocasiones hay una intervención musical cuidadosamente escogida e interpretada en vivo por  dos afamados artistas: en el caso de Manuel Rivas se eligió el himno del antiguo Reino de Galicia, por su arraigo en esta tierra, mientras que en el caso de John Rutherford, la pieza elegida fue una canción de Ribadeo, localidad lucense que según él mismo manifestó en su alocución, le “cambió la vida”. Se trata de un detalle conmovedor, dentro de su sencillez, que pretende demostrar respeto y afecto por los que son, en definitivas cuentas, invitados de honor en un día tan señalado.
Una vez están todos en la sala y debidamente instalados en sus sitios correspondientes, el rector  procede a la imposición de la medalla de oro al ex rector  Barja y le concede la palabra para que se dirija al atril, acompañado del secretario general.




















Terminado el discurso del primer homenajeado, comienza la ceremonia de investidura de los doctorados honoris causa. El padrino del primero se acerca a la mesa presidencial, siempre acompañado del secretario general, y tras hacer una respetuosa inclinación de cabeza ante el rector, le solicita el honor del título para su apadrinado, así como el permiso para exponer sus méritos. El rector contesta “concedido” y el padrino procede a pronunciar la laudatio desde el atril. Una vez concluida, vuelve ante la mesa presidencial y de nuevo se dirige al rector para solicitarle que le sea otorgado el grado de doctor honoris causa en Filología a su patrocinado en virtud de todos los méritos alegados. El rector se levanta, seguido de todo el claustro -todos se cubren con el birrete- y concede entonces el grado que se le solicita, dejando en manos del padrino el honor de revestir al doctorando con los distintivos propios del título.
A continuación, todos los miembros de la presidencia se sientan y se descubren, mientras el padrino y el secretario general flanquean al doctorando en su camino hacia la mesa que contiene los símbolos académicos que va a recibir. El padrino le impone primero la esclavina, el birrete, los guantes blancos y por último le entrega el libro del saber que le confiere el derecho de enseñar desde la cátedra de esta universidad.





















Una vez concluida la imposición de los distintivos, el nuevo doctor se sitúa frente a la mesa presidencial con el fin de solicitar al rector el permiso para pronunciar su discurso de ingreso en el claustro, siempre acompañado por su padrino, mientras inclina la cabeza como signo de respeto. El permiso es concedido y el nuevo doctor, otra vez flanqueado por el secretario general y el padrino, se encamina hacia el atril, donde pronunciará su lección doctoral. Tanto el discurso de Manuel Rivas como el de John Rutherford fueron intensos, expositivos, comprometidos  y de una gran altura intelectual. Y en ambos casos merecieron una ovación cerrada por parte del público asistente.


























Al terminar su disertación, el doctorando es recogido nuevamente por el secretario general  y el padrino, y los tres se dirigen a la presidencia, donde el rector le tomará juramento de “defender y mantener los derechos, privilegios y honor de esta Universidad y sus doctores, siempre  y en cualquier parte que estuviere, y prestarles a ella y a sus doctores ayuda y consejo cuantas veces le sea requerido”. El nuevo doctor contesta “así lo juro, así lo prometo, así lo quiero”, tras lo cual el rector le entrega el diploma y le impone la medalla, dándole un abrazo. El nuevo doctor va recibiendo sucesivamente el abrazo de todos los miembros de la mesa presidencial y a continuación regresa a su lugar.


















De idéntica manera se procede para la investidura del otro doctorado y, una vez terminada la ceremonia, el rector se levanta, se cubre con el birrete y pronuncia su discurso de valoración y agradecimiento a todos.





El acto culmina de manera muy emotiva con el auditorio puesto en pie cantando el himno de Galicia, como es tradición en esta joven universidad, mientras se abren lentamente los cortinones de la sala para descubrir el impresionante paisaje marino coruñés tras la inmensa cristalera mural que sirve de fondo al paraninfo universitario.




















De la organización destaco detalles como el orden de colocación de las banderas institucionales, que dan preferencia a la del país invitado tras la bandera de España; la presencia de traductoras simultáneas del lenguaje de signos, o la perfecta ubicación de los medios de comunicación, que tuvieron acceso a todas las secuencias de la ceremonia desde lugares estratégicamente dispuestos, de manera que pudieron cumplir con su cometido con toda libertad, pero sin interferir en el desarrollo del acto ni en la visibilidad del mismo por parte de los invitados. Todo un ejemplo.
Una solemne ceremonia académica planificada con esmero en todos sus detalles y ejecutada con rigor y respeto a las tradiciones, pero también con la dosis justa de emoción que todo acto requiere. Orden, ritmo, pautas. Nada de esto es producto de la casualidad, sino del saber hacer de verdaderos profesionales del protocolo. 

2 comentarios:

  1. Gracias a www.redprotocolo.com hoy estoy descubriendo muchos blogs de mi interés. Muchas gracias por compartir con el resto de personas sus conocimientos, entrega y dedicación.¡ Enhorabuena!

    Me gustaría recibir sugerencias a cerca de mi reciente blog en el que hablo en algunos posts sobre protocolo en la organización de eventos y protocolo social. Te invito a visitarlo a través: http://www.eventaria.com

    Muchas gracias

    Saludos

    Carmen Polo Gutiérrez
    Relaciones Públicas y Protocolo por la universidad de Gales, Escuela de diseño y comunicación Leonardo CEADE

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  2. Muchas gracias, Carmen, y enhorabuena por tu iniciativa empresarial, en la que te deseo mucha suerte. Los eventos, sean oficiales o privados, necesitan de profesionales que sepan cómo hacer las cosas y siempre es una alegría ver cómo el sector va creciendo en cantidad y en calidad.
    Un saludo y mucha suerte.

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